El espíritu del hombre necesita contemplar,
el cielo estrellado,
un atardecer,
un paisaje lleno de arboleda, un mar...
Tenderse en la yerba y admirar,
el cielo, las nubes, los pájaros...
Perderse en la profundidad
del horizonte marino.
Volar entre las nubes.
Unirse
a una bandada de pájaros.
Ser como el viento
y acariciar las ramas de los árboles,
los picos de las montañas,
sentir la nieve,
oler la jara, la salvia, el jazmín...
Cansado está ya de la prisión de la mente,
de las preocupaciones, de los miedos,
de la apariencia, del que dirán,
del querer conquistar
una posición, un rango, un estatus...
El miedo a la muerte...
Solo tienes que abrir la puerta,
frotar la lámpara
y como el genio de Aladino,
liberarte.
Eres mucho, pero no lo sabes.
No tienes nada que temer.
Acepta tus temores
y sumérgete en el todo.
La parte fea, inaceptable de nosotros mismos, no somos capaces de contemplarla y aceptarla como propia.
Entonces creamos la "sombra", la persecución en el mundo exterior de lo indeseable que habita en nosotros.
Nos convertimos en paladines "limpios" y condenamos y castigamos en los demás, nuestra propia suciedad. Señalamos, acusamos, condenamos.
El que mira ve su realidad, proyectada y mezclada con algunos datos del entorno que le rodea.
El que mira capta lo que sus sentidos le permiten, tamaño, velocidad, color...
No pudimos captar las células, hasta que se inventó el microscopio; aún más difícil, captar las moléculas, captar los átomos, captar los neutrinos... podemos ver solo una parte del espectro de luz, nada por encima del violeta, nada por debajo del rojo.
Nos empeñamos en no creer en los microbios, costó mucho que fuera admitido por la clase médica del siglo XVIII, lo que fue visto un siglo antes, costó muchas vidas, pues la asistencia a los partos se hacia sin que los médicos se lavaran después de atender a muertos infectados.
Nuestros complejos de inferioridad nos hacen aferrarnos a la idea de que sabemos, o peor, que lo que sabemos es cierto, de forma absoluta.
No damos paso a lo nuevo porque nuestros ojos no dejan de mirar lo viejo. Porque estamos anclados en lo atávico, en lo antiguo, en lo conocido.
Le tenemos miedo a la incertidumbre, cuando es la mejor de las luces... la que nos aproxima a lo que es.
¿Cuántas cosas no vistas nos aguardan aún?
Muchas más que las conocidas.
Pero... ¿quién se atreve a vivir en la incertidumbre?
del conocimiento propio, De la lúcida percepción alerta de cada pensamiento y sentimiento, De cada uno de los movimientos de lo consciente y lo oculto". Krishnamurti
(El escrito que viene a continuación es un resumen que he realizado del vídeo-Juan Carbonell-)
Una experiencia personal, puede ser meramente una proyección
de sus propias intenciones, miedos, esperanzas, etc.
La experiencia personal no tiene realmente ningún valor en
relación con la verdad.
Negar la experiencia personal es negar el “yo”.
El yo es el pasado. ¿Cuál es la cualidad de la mente que
deja de estar presa en la matriz de la experiencia?
¿Qué lugar tiene la meditación en todo esto?
Los seres humanos tenemos muchos problemas, tanto físicos
como psicológicos.
¿Es la meditación una forma de evadirse de los problemas, de
evitar lo que realmente es y, por tanto, no es meditación en absoluto?
¿O la meditación es comprender el problema de vivir? A menos
que el ser humano sea una luz para sí mismo, nada tiene importancia.
Un ser humano tiene innumerables problemas, primero tiene
que solucionar estos problemas. Debe poner orden en la casa, en la casa en la
que vive.
Y esa casa que es el “yo”, mis pensamientos, mis
sentimientos, ansiedades, sentido de culpa, pena… debo poner orden ahí. Sin ese
orden ¿cómo seguir adelante?
No estoy buscando orden. Estoy viendo que hay desorden y
quiero saber por qué lo hay.
El ser humano tiene que descubrir, no pedirle a alguien que
le diga si hay desorden.
No es posible solucionar estos problemas, a menos que sea de
forma total. Si uno observa completamente el desorden, entonces ahí no hay
dualidad.
¿Qué es observar el desorden? Sin el yo, eso es meditación.
Observar sin división, el “yo” dice, “debería”, “no
debería”, “tengo que”, “no tengo que”; el “yo” dice “he de llegar a Dios” o lo
que sea.
¿Es posible observar sin el “yo”? Observar este desorden
total de los seres humanos, sus vidas, el modo en que viven, ¿es posible
observarlo sin división?
Porque la división implica conflicto, la división
psicológica genera un conflicto sin fin, interno y externo. Terminar con este
conflicto es observar sin el yo. Sin la crítica, sin valorar. En esa observación
hay orden.
La meditación es un estado de la mente en el cual el “yo”
está ausente y, esa misma ausencia trae orden, y debe haber ese orden para
seguir adelante.
La memoria y el tiempo son los alimentos de la mente. Si
observa con la memoria, la memoria es el centro, el “yo”.
Y la quietud de la mente es la mente más activa. Es la cosa
más dinámica, no es algo muerto.
Una mente que ha investigado, que ha indagado en todo esto, se
vuelve extraordinariamente activa y, por tanto, silenciosa.
La dificultad en los seres humanos es que nunca han
observado, un árbol, un pájaro, sin división. Y debido a esto, no pueden
observarse a sí mismos completamente. No pueden ver el desorden total en que
viven.
Donde está el “yo” tiene que haber desorden, y si miro el
mundo a través del “yo”, ya sea el mundo interno como el externo, no sólo hay
división, crea caos y desorden en el mundo.
Observar todo esto completamente… sin división alguna, es
meditación.
Todo lo que hay que hacer es darse cuenta de lo que sucede
exactamente, en lo interno y en lo externo, sólo darse cuenta.
Vale la pena ver el vídeo y escuchar su voz - Con subtítulos en español.