lunes, 15 de marzo de 2021

Naturismo Humanista – Ser o no ser.

 



Ciertos momentos del desarrollo son como ventanas cognitivas para un progreso normal, ciertas experiencias tienen un límite temporal ontogénico, más o menos determinado.

Dos sonrisas y mucho amor

Si las aves cantoras no son expuestas al aprendizaje no desarrollarán las pautas tonales y rítmicas del canto de su especie, lo que impedirá su reconocimiento como congénere a la hora de atraer a la pareja (Gilbert Gottlieb 1997).

Los cerebros son enormemente complejos, 100 billones de neuronas y aún muchas más 1500 conexiones de cada una con el resto, formando una super compleja red de enlaces de una densidad muy alta posibilitando la gama de funciones que caracterizan a los cerebros. Son momentos puntuales que necesitan del encuentro con el estímulo adecuado para que se desarrolle la función, la capacidad, el estado. Así, cuando nos fijamos en el desarrollo de un cerebro humano que está en el inicio de su desarrollo esta complejidad se multiplica infinitamente. Los actos amorosos de la madre, del cuidador o cuidadora son esenciales para que el Homo Sapiens adquiera la plenitud en su desarrollo, para que el lactante madure su cerebro, su consciencia de ser plena, y aún en la infancia y juventud.

Recuerdo una experiencia. En un curso que hice sobre niños oligofrénicos, en un centro especializado en su cuidado. En una clase descubrí a un niño con una expresión más cercana a lo normal que la del resto. “Es un falso oligofrénico, es un niño que no ha recibido el afecto de sus padres, ha crecido en un hospicio”, contestó el profesor a mi pregunta ¿qué le pasa? Creo que en la vida no dejaré de llorar por este crimen que representa el ejemplo de otros muchos.

Cuántas melodías se pierden en el ser humano por la falta de un cuidado adecuado o por un comportamiento pernicioso para el niño.

Desde hace un tiempo, me llama la atención cuando alguien llama a una puerta y a la pregunta de “¿quién es?”, se escucha la respuesta de “soy yo”, parece que ese “yo”, implica un todo. ¿Quién es yo?

“Soy” significa existencia, suceso, acontecer, lugar, pertenencia…, sí, yo aquí.

“Yo” Cuando alguien dice yo, lleva implícito que él y el que escucha saben quién es. Cuando se dice “Yo”, no hay nada más en ese momento y eso es algo excepcional que sucede con frecuencia y no se aprecia el valor del suceso.

Si en soledad, con los ojos cerrados se dice “yo” … y se queda contemplando ese “yo” por unos instantes... ¡Qué profundidad! ¡qué inmensidad! La capacidad mental no puede abarcar, desborda la comprensión y la racionalidad por la inmensidad de la propia percepción espiritual.

Esto es meditación, esa contemplación es una forma de estar, que enseñó Buda como práctica espiritual, es el budismo zen de la escuela de Soto, por ejemplo. No hay búsqueda y se encuentra la paz.

Captar la presencia del ser humano es una vivencia expansiva en lo profundo del espíritu. No es una experiencia intelectual, es una vivencia. No hay miedo, ni egoísmo, afanes o persecuciones, deseos o anhelos… sólo se está allí. Es fugaz porque el momento es transitorio y da paso a otras cuestiones de relación social, por eso buda propone parar y te insinúa que te quedes en ti mismo unos momentos.

Ese es un “Yo” limpio, como el niño, es tu niño interior, tu universo interior.  

Pero hay otro “yo”, el yo de los miedos, de los afanes, de las persecuciones y búsqueda de triunfos que compensen los complejos en la balanza de valer o no valer… más y más triunfos porque el complejo es insaciable, no soporta el fracaso, la duda… entonces viene la depresión, el miedo se apodera de la entidad del humano.

La consciencia del humano se puede deleitar con la contemplación interior y con la vivencia del amor por otro ser humano.

Pero hay un trabajo, tiene que hacerle frente a un enemigo múltiple. Porque si hay un niño interior también hay una bestia interior, lo vemos en la historia desde el principio del hombre y cada día en los efectos desastrosos que causa en sí mismo y en otros seres humanos.

Es necesario liberar al niño interior, a la bella princesa que está presa en la torre del castillo.

Una malvada bruja, con una maldición, convirtió al príncipe en una horrible bestia, y sentenció que cuando la rosa se marchitara el príncipe moriría si antes no consiguiera que la dama, la bella se enamorara de la bestia.

Existen ambas, la bella y la bestia. Una dualidad que provoca muchos sufrimientos.

 

 

jueves, 4 de marzo de 2021

Naturismo - Amor y Odio



Los primeros contactos

La primera vez que se escucha la leyenda de las buenas cigüeñas, fue en Escandinavia hace cientos de años, las madres contaban a sus hijos que les había traído la cigüeña. Para ellos simbolizaba la maternidad debido a la gran protección que dedican a sus crías o incluso a aves más mayores o enfermas.

Además, el hecho de que anidaran en las chimeneas y tejados de las casas y volvieran año tras año para poner sus huevos y cuidar a sus crías, las convirtió en el personaje perfecto 'traer hijos' a las familias deseosas de tener niños.

La cigüeña aterriza con su espléndida carga. Sobrevuela la ciudad, lleva gravada en su cerebro la dirección donde tiene que hacer la entrega. ¿Cómo será?

                “He llevado en mi pico a muchos notables”, - dice la cigüeña – “unos han tenido hazañas muy positivas y otros muy negativas. A todos los he sentido igual. Bueno a los distinguidos, a los muy exquisitos los he sentido en lo más profundo de mi plumaje, si se han malogrado ha sido después de que yo los aterrizara”.

                “Siempre me cuesta desprenderme del ser que transporto. A veces los dejo con alegría y otras… bueno, esas otras son historias muy tristes. Hay buenas cunas, mediocres y malas; pero lo más, lo más importante es la mano que mece la cuna.

                “Después de la entrega, los responsables son la madre y el padre, y ¡ah!, desde luego la sociedad a la que pertenece su familia, y por extensión, todos los habitantes del planeta tierra”. “La mano que mece la cuna es la mano que gobierna el mundo”, frase del poema escrito en 1865 por Ross Wallace, reconociendo el valor de la mujer como madre, artífice del desarrollo de la humanidad. 

                “Antes de entregármelos a mí han sido equipados con todas las características de la herencia, genes que se han ido perfeccionando a través de millones de años de evolución, que se van a expresar y otros que se expresarán o no, dependiendo de las características ambientales” – Dice la cigüeña.

“Siempre espero que las madres sean tan buenas cuidadoras como lo soy yo, también los padres. Bueno y no es porque yo sea hembra, es que a las madres nos toca la parte más comprometida, llevar la carga, digo al feto, durante 9 meses, parir, darle teta, despertarse infinidad de veces para atenderlo… y es que… para mí es más fácil… bueno no sé, yo no le doy el pecho, en fin, que es mucho trabajo y sacrificio, eso sí, con gran satisfacción y alegría que se hace. Verás, yo tengo que llevar la carga, a veces a través de muchos kilómetros, con frío o calor, de noche y de día; además siempre tengo mucha preocupación cuando voy a realizar la entrega, ¿lo tratarán bien?  Me gustaría quedarme y ayudar a cuidarlos. A veces lloro mucho, no me atrevo a soltarlo, me lo llevaría a otras casas que me merecen mucha más confianza, pero lo tengo prohibido; así que lo máximo que puedo hacer es entregarles mi amor antes de soltarlos. Durante mi camino de vuelta no paro de pensar en él, en el bebé” – dice la cigüeña.

El maltrato infantil es una lacra para la sociedad, primero una canallada y un sufrimiento para esos seres humanos, después serán agentes que perturbarán en sus relaciones. Están expuestos a las perturbaciones mentales, al suicidio, a los amoríos conflictivos con agresiones, a las drogas… –

Pero no sólo son los maltratos llamativos y tipificados socialmente, hay otros maltratos que suceden en el día a día en todas las familias que son tenidas por normales, aquí lo sufren prácticamente el cien por cien de todos los seres humanos. Se transmite al infante el mal talante del cuidador. La ruptura, las interrupciones de la corriente amorosa, ese grito de ruptura de “¡Ya estoy harta/o de ti!”, “¡cállate!”. Tardar en darle su alimento, dejarlo llorar, no cambiarlo, transmitirle nuestro nerviosismo, nuestra agresión...  El trato puede estar lleno de situaciones agresivas: “¡Estás castigado por malo!”, retirarle el afecto porque no quiere comer. Insultarlo, decirle que hace las cosas mal, criticarlo, humillarlo, culparle por la falta de control de los esfínteres, hacerse pipi o caca, dependiendo en qué fase de su desarrollo esté. Eres malo, los reyes te traerán carbón… En todas estas acciones se puede ser muy repetitivo, el malestar se puede pagar con lo hijos y los vamos cargando con nuestros propios malos estados. Meterles miedo para que coma o conseguir que haga algo que queremos. Pegarle si se cae.

La vida cotidiana está llena de situaciones en las que se descargan los estados negativos que los adultos sufren. Como consecuencia podemos cargar a los hijos de inseguridad, miedos, agresividad, frustración... Se tragarán esas maldades que los acompañarán toda su vida, estarán estigmatizados para toda su vida.

Tratarán de compensarla obteniendo triunfos neuróticos compulsivos que compensen sus frustraciones, complejos y miedos. Serán agresivos e infringirán dolor a las personas cercanas. No serán capaces de entregarse; tendrán miedo al rechazo. El odio producirá más odio, tempestades, dolor, guerras…  El instinto de compensación del que Alfred Adler hace un desarrollo psicoanalítico, discípulo de Freud. 

No es el azar, hay causalidad en el comportamiento de los seres humanos. “Siembra vientos y recogerás tempestades”

Siembra amor y recogerás bondades. 




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