El Tesoro escondido
Fue un
día en que dejando caer la mirada joven, por un tenderete de libros usados en
el rastro de Madrid, atrajo mi atención un ejemplar ajado y ocre por el paso
del tiempo. “Por el Reino encantado de Maya”. Relatos recopilados por Mario
Rosso de Luna. Mi interés aún se acrecienta al descubrir que tenía las hojas
pegadas, nadie había leído ese ejemplar.
He aquí una de las parábolas que leí en ese libro:
“El tesoro escondido”
“Escrito está en
letras de fuego en los viejos libros iniciáticos que consultó Platón para escribir
su Banquete de los dioses, que los hombres de la Edad de Oro alcanzaron tal
felicidad, tan inmenso saber y un poder tan gigantesco, que los dioses
sintieron envidia hacia ellos, temiendo muy fundadamente que les usurpasen
algún día todo su inmenso y secular poderío.”
“Diéronse, pues, trazas un día los dioses de lograr
arrebatar el tesoro de la felicidad a los mortales, quienes, al perder tamaña
riqueza, cayeron bien pronto en la orfandad y en la abnegación más tristes. En
ese mismo y desdichadísimo estado de miseria en que hoy le adivina la ciencia
de la Prehistoria.”
…” los dioses se convencieron bien pronto de que estaban
perdidos a la corta o a la larga si no escondían convenientemente el “Tesoro de
la Felicidad” en un sitio tal y tan oculto que jamás volviesen a dar con él los
pícaros hombres.
…” Ningún lugar había absolutamente seguro para ocultarlo
pues los hombres (que son dioses también sólo que lo han olvidado porque
bebieron antaño las soporíferas aguas del Leteo que les tiene dormidos desde
entonces), despertarán al fin algún día de tamaño letargo o “encantamiento” y
¡ay, luego, de los dioses!, porque sonará para ellos la hora de su ocaso, “…
“… el más experto de los dioses —no se. sabe bien si
Narada o Mercurio— le dio al fin a sus compañeros este consejo práctico,
expedito, infalible: — ¡Necios! Si queréis que el hombre jamás encuentre lo que
busca, esconded su Tesoro en su propio e inconstante corazón...”
…” El Tesoro, por arte mágico poco o nada, explicable
para nuestra obtusa mente, hubo así de pasar al corazón de todos y de cada uno
de los mortales, quienes, aunque notaron luego algo extraño en sí propios, ni
remotamente pudieron pensar que aquel “algo” era precisamente lo que con tan
insaciable ahínco habían perdido. ¡Así, mientras buscaban el Tesoro, (de la
felicidad), resultó lo llevaban dentro” …
Pasaron de este modo cruel edades tras edades, con gran
mofa y escarnio por parte de los dioses, quienes, desde sus alturas olímpicas,
veían cómo y de qué manera, por la busca de un vano fantasma de felicidad, los
dormidos hombres se destrozaban como fieras unos a otros.
“… al fin, es a saber que llegó la plenitud de los
tiempos anunciada por la profecía, es decir el día, augusto en que el titán
Prometeo, extendiendo su brazo gallardo, encendió la Antorcha del Pensamiento
en ese mismo e inextinguible Fuego de Amor que alimenta al Sol y hace
resplandecer a los cielos. Con la antorcha mental así encendida fue despertando
sucesivamente y más o menos en todos los hombres un fuego igual al suyo
primitivo. A los destellos de semejante Luz, pudieron mirar al fin, en el fondo
de su pecho: ¡allí vieron brillar más pura que nunca al “Ascua de Oro”: ¡El
Tesoro de la Felicidad Oculta! “
Solo
quiero señalar que en el hombre se da la conjunción de algo que, al fusionarse
con su atención, le hace sentir plenitud.
Porque
no quiero apelar a ninguna creencia sino a hechos palpables, es por lo que señalo a la observación y experimentación de sí mismos.
Dejar
caer la mirada sobre aquello que nos hace plenos, sobre esa luz, esa estrella,
que habita en cada uno y que cuando se toca se revivifica haciéndote luminoso,
suficiente, pleno, capaz…
Que no
depende del éxito personal, del dinero, de la aceptación o el rechazo de los
demás. Más allá de la personalidad, de su éxito o fracaso… allí estás tú, y no
necesitas más, todo lo demás se obtiene por añadidura.
Sólo
tienes que estar contigo, en el silencio… todo lo demás será iluminado por esa
luz.
Juan F.
Carbonell del Pino
Muy claro y directo. Muy agradecida.
ResponderEliminarGracias Juan porque nos recuerda y nos descubre que la búsqueda no es fuera si no dentro y que para dar con ella no hay que hacer muchas cosas sino pocas,no hay que correr sino parar,no hay que perseguir ,sino encontrar en uno ese infinito e inagotable tesoro,gracias nuevamente por el regalo.
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