viernes, 11 de noviembre de 2022

 


Mirar

                Podemos dirigir nuestra mirada, nuestra atención hacia el mundo que nos rodea, o podemos atender nuestro mundo interior.



                El mundo que nos rodea está poblado por multitud de estímulos que provienen de las personas que forman nuestra familia, los vecinos, las personas que se desplazan por la calle, los compañeros del colegio, profesores, el trabajo… La casa donde pasamos nuestro desarrollo, nuestra habitación, las pertenencias que tenemos, la televisión, el móvil, el coche…, la naturaleza, los animales, las plantas…, la ciudad en la que vivimos…

                El mundo interior, los sentimientos, soledad, el miedo a muchas vivencias, al fracaso, al no me quieran, miedo al rechazo, el sentimiento religioso…

                Todo el mundo exterior es vivido y transformado por el mundo interior, una cosa es lo que vemos y otra muy distinta la interpretación de aquello que tenemos delante de nuestros ojos. Las vivencias de fuera son interpretadas por las vivencias que hemos tenido en nuestra historia, en el pasado de cada uno.   

                Gran parte de los seres humanos centran su atención en la problemática del mundo exterior olvidándose de que los contenidos internos son sumamente determinantes. Hay momentos en que la vida, hace que nos paremos y le dediquemos algo de atención al gran ignorado.

                Individuos dotados de una gran inteligencia nos mandan mensajes a través de sus vidas y de sus escritos: Hermes Trimegisto, Cristo, Buda, muchos sabios griegos como fueron, Aristóteles, Sócrates…, y otros más recientes, Freud, Jung, Krishnamurti… y miles más. Todos ellos no solo miraron con gran interés el mundo que les rodea, sino que, además, investigaron en el mundo interior y dejaron sus aportaciones para la posteridad.

                El mundo interior nos la juega, creándonos una gran cantidad de problemas y conflictos que hacen que nuestra existencia se hunda en la miseria psíquica, en las enfermedades psicosomáticas…

                Recuerdo una máxima de alguien que no dejó su autoría: “Hijo mio, dale importancia solo a aquello que no puedas perder en un naufragio”

Todo lo puedes perder en un naufragio y si confiamos en la existencia del alma, es lo único que salvaríamos. Por sí, o por no, es conveniente hacer músculo con ese cuerpo, para aquí y para allí.

Nuestros cuerpos sutiles, merecen ser atendidos al mismo tiempo que realizamos trabajos en el mundo de fuera.

Observar y amar a nuestro enemigo interior, (los conflictos), también llamado bestia, agregados psíquicos…, es el trabajo más productivo que podemos hacer. Cristo nos da una clave: amar al enemigo. Párate un momento a lo que voy a decir: yo soy el enemigo, yo debo amarme, en mí está mi enemigo. 

Para amar es necesario mirar, conocer, acercarse, pararse, contemplar…, no interpretar, ni querer huir, más bien unirte a lo que amas.

El cuento de la “Bella y la Bestia”, ha sido reescrito más de una vez. Yo saco mis propias interpretaciones, que no creo que estén muy lejos de las intenciones ocultas del escritor. Para mí es un cuento esotérico con contenido secreto. Los elementos del cuento pertenecen a cualquier ser humano. La bestia, la bella y la flor. La bestia es mi bestia interior, (mis conflictos); la bella es mi inteligencia, mi atención, mi mirada. Cuando la bella sea capaz de amar a la bestia, (cosa difícil), la bestia, que no es más que un príncipe encantado por una bruja, recobrará su naturaleza verdadera. Siempre que esto suceda antes de que la flor, (la vida), se marchite.  

Bueno. Buenas tardes

Juan F. Carbonell del Pino            11/11/2022




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