El hombre toma forma al recibir todos los
errores y torpezas que sus cuidadores han cometido en el trato con él, padres y
otras personas que le han influido durante todo el ciclo infantil. Lógicamente también se integran las bondades que recibe.
A estos contenidos convenimos en llamarlos “agregados psíquicos”.
Esta es la transformación de lo que era un
príncipe que la malvada bruja convirtió en la bestia, tal y como se narra en el
cuento.
Estas prácticas erróneas de sus cuidadores
configurarán su cerebro y su psicología de tal manera que el sujeto llegará a
creer que él son sus agregados psíquicos.
Dedicará toda su existencia a su servicio, ellos comandarán su vida.
Los disculpará y justificará dándoles la entidad de ser él mismo, nunca serán feos para él, pues los tapará con sus
logros y conquistas, luchará pues, para ocultarlos y perseguirá su sombra en
los otros seres humanos. Pero nunca
estará satisfecho.
La estructuración psicológica que formaron en
su infancia pasará a ser parte constitutiva de su personalidad, por la que
luchará y tratará de realizar sus dictados, ambiciones, deseos, agresividad,
miedos, desconfianzas… como si del mismo sujeto se tratara.
Así, nunca reconocerá a la bestia que hay en
él. Sería insoportable verse feo. Se convertirá en su esclavo sin saberlo. Verá
su bestia en los otros y los perseguirá. Nunca en él mismo.
Quien quiera dejar de ser esclavo de sus
agregados psíquicos necesitará perseverar en la observación de sí mismo y de
sus reacciones en las relaciones cotidianas. El trabajo consiste en contemplar
lo que fue configurado en su psiquismo en las edades tempranas de su infancia,
cuyos contenidos perduran a través del tiempo. Sus manifestaciones conscientes e
inconscientes.
En el Oráculo de Delfos, antes de
plantear cualquier consulta a los dioses, obligaba al viajero a investigar su
propia esencia. Este, debía ser el punto de partida para comprender el mundo.
En la sala donde se hallaba la
sibila, esa sabia mujer entrenada desde niña para revelar el mensaje de los
oráculos, podía leerse la siguiente inscripción:
“Te advierto, quienquiera que fueres tú, que deseas
sondear los arcanos de la naturaleza, que, si no hallas dentro de ti mismo
aquello que buscas, tampoco podrás hallarlo fuera. Si tú ignoras las
excelencias de tu propia casa, ¿Cómo pretendes encontrar otras excelencias? En
ti se halla oculto el Tesoro de los Tesoros. Hombre, conócete a ti mismo y
conocerás el universo y a los dioses”.
Para Jung, de la escuela psicoanalítica, «el Uróboros que se come su
propia cola es un símbolo drástico de la asimilación e integración del opuesto,
de la sombra.
“Una serpiente está apostada y vigila el templo que la tiene, además,
subyugada. En primer lugar, sacrifícala y despelléjala; vete quitándole su
parte carnosa hasta que llegues a sus huesos; pon peanas a la entrada del
templo y colócate encima; y allí encontrarás la cosa que buscas. Pues el animal
sacrificado, el hombre de cobre, fue cambiando de color por su naturaleza; pasó
a convertirse en hombre de plata; y pocos días después, si tú quieres, también
en hombre de oro”. Tu verdadero Ser, tu auténtico Yo, espléndido, luminoso y
sabio.
“Pon tu inteligencia, muy apreciado amigo, en estos asuntos y no te
equivocarás. Pero esfuérzate con seriedad y diligencia, hasta que veas el final”.
Es necesario trabajar mucho y poner energía en el asunto, si es que te
importa. Hay mucho que hablar sobre el conocimiento propio, todo lo anterior
son algunos datos que señalan direcciones. ¡Buen provecho!
No debemos de olvidar que hasta las neuronas llegan las porquerías que
comemos, bebemos, fumamos…
Juan Carbonell