Hermandad invisible
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Existen
hermandades invisibles donde se integran multitud de seres humanos que sienten
de forma parecida, probablemente resultaría placentero que se conocieran, pero
seguramente que al cruzarse en el camino
ni lo notarían. Pero si se piensa en ello, y se hace un intento de conexión
íntima, podrían no sentirse tan solos.
Seres que
sufren con el sufrimiento ajeno, y por tal motivo, las noticias de las heridas,
los desprecios y agresiones que padecen los demás, son sentidas como propias.
Rechazan la brutalidad.
Por otro
lado, el ser humanos está poseído por contenidos psíquicos, más o menos
inconscientes, formados por sentimientos conflictivos, por temores, culpas, represiones,
desprecios… y mecanismos compensatorios, mecanismos donde se busca un
contrapeso de ganancias, en forma de cariños incondicionales, la palmadita en
el hombre, la admiración, la posesión de bienes, atributos diversos, triunfos,
dominación… pero siempre está aquella duda que no se termina de tapar, o compensar,
de si se vale, o no se vale.
Se tiene que
alimentar una especie de bestia interior que es insaciable, de lo contrario te
hunde ante el menor de los contratiempos. Se dedica la vida, el esfuerzo, el
sacrificio, la energía… al triunfo personal, a costa de la libertad, la salud,
la plenitud integral. Se somete, se abusa, se esclaviza, se hiere, se mata…
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Lo cierto es
que no se puede salir de ahí fácilmente. Se buscan vías de comunicación, más o
menos superficiales, mejor o peor elaboradas, con las que se consiguen pautas
de relación con los demás, pero dejando protegidas las zonas débiles para que
no puedan ser tocadas. Podemos añadir que la persona se relaciona con los demás
con su máscara, produciéndose una inflación, en la que él, se convierte en el
artificio creado, llegándose incluso a creer ser su apariencia ficticia.
Esto es
soledad, porque la situación produce bloqueo y genera incomunicación con la
propia entidad total y con otras entidades. Produce enfermedades físicas.
Es un error
cuando se dedica la vida al triunfo sobre los demás.
La
contemplación y aceptación de esta situación es imprescindible para poder
convertirse en un ser libre. Este es el primer paso, no hay nada más importante
que contemplar la propia esclavitud, el entramado psíquico en que te has
convertido.
Aunque la
mayoría se agarra a su máscara y no queriendo soltarla se convierte en ella, de
forma irreversible. El trabajo sobre la propia máscara, implica que el
individuo se ha dado cuenta de la suplantación, la ha identificado, aceptado y
emplea toda su energía en seguir descubriéndola, conociéndola...
Él no es su
máscara.
Aquí se
entra en otra Hermandad Invisible de seres que te acompañan en ese trabajo de
atención. No estás solo, aunque no conozcas a los otros hermanos.
Esta situación
no está exenta de dolor, pero el trabajo que se realiza tiene el premio de la
libertad. No hay nacimiento sin muerte.
Conforme
adquieres algo de libertad, te haces más sensible y empiezas a rechazar
alimentarte con el producto de la matanza de animales, sabiendo que la tierra
te da sobradamente los alimentos vegetales que necesitas para estar sano.
Tu cuerpo
empieza a depurarse y a eliminar los residuos animales que provocan toxicidad,
enfermedad y debilidad, en todos los sistemas físicos. Ganando en fuerza, en ligereza, en
inteligencia…
Aquí entras
en otra Hermandad Invisible. Ya posees más y necesitas menos. Puedes compartir,
dar…
Anhelas el
contacto con los espacios abiertos, empatizas con la naturaleza, con la vida, te
atrae un cielo estrellado, un cielo luminoso y la necesidad de soltar el
espíritu para que vuele alto. Te apetece meditar.
Así, tienes
el contacto contigo mismo, el contacto con la Hermandad Invisible y el contacto
con lo inmenso.
Y habrás
cosechado para este momento y para siempre.
Juan Carbonell del Pino